Una emoción permitida no deja residuo

¿Las emociones son del cuerpo?
De la ola de la carcajada o de cómo aprender a sentir lo que no queremos sentir.

Sigo dando vueltas al complejo mundo de las emociones. Es un tema apasionante y siempre actual, porque siempre sentiremos emociones, algunas agradables y otras desagradables.

De las agradables no nos tenemos que ocupar, verdad? No nos molestan… nuestro trabajo son las desagradables.

Me gusta ver las emociones como si fueran una ola de energía que está viniendo hacia mí, hacia ti. Imagina que estás en una celebración alegre, junto a seres queridos, estás realmente a gusto y alguien comienza a contar un chiste, una anécdota graciosa. Imagina que es alguien que siempre te hace reír. Estás deseando que termine su relato para poder reírte a gusto, es como si se notara en el ambiente que va a haber una sonora carcajada grupal. Imagina que las ganas de reírte son como una ola de energía que está llegando, llena de risas, y que cuando te alcance, cuando os alcance comenzaréis a reír sin parar. Estás deseando que la ola de la carcajada te alcance y tanto lo deseas, que te lanzas hacia ella y comienzas a reír incluso aunque no haya terminado su relato o no lo hayas entendido del todo.

Es algo intenso, energético, alegre y… corto, suele ser realmente corto. Puede que la carcajada tenga una “réplica”, como los terremotos, puede ser que te rías tanto que acabes con agujetas, pero en realidad, son unos pocos minutos, verdad?

Dicho en el lenguaje que quiero usar hoy: has permitido que la ola de la carcajada te alcance, te has montado en su cresta y te ha elevado hasta su máxima altura; te ha sostenido un instante ahí arriba para soltarte rápidamente, con un suspiro de agradecimiento.

Imagina ahora que la ola que te está llegando es por alguien que te acaba de ofender o molestar “una vez más”. Es doloroso, te enfada pero también te deja impotente, es una emoción compleja muy desagradable y la quieres parar, no quieres sentir eso otra vez, “ya basta!” te dices, y deseas dejar de pensar en ello. En realidad nunca consigues dejar de pensar en ello completamente, pero digamos que puedes llegar a convivir con esa situación que no tiene remedio y que en general lo llevas bien, aunque a veces se despierte el dragón, podríamos decir.

Cuando haces eso de dejar de pensar en ello, estás censurando lo que sientes, porque realmente no quieres sentirte mal y así lo impides, o eso crees. Es como si hubieras parado la ola de la angustia con tus manos, no permitiendo que crezca a su mayor tamaño posible y te eleve a su cresta.

Si lo permitieras, descubrirías que la ola de la angustia se comporta igual que la ola de la carcajada, que su misión también es elevarte a su máxima altura y soltarte con un suspiro de relajación.

Hazlo, yo lo he hecho muchas veces, y verás que si te permites sentir todo ese dolor, todo ese enfado e impotencia, te sentirás mucho mejor. Sé que puedes permitirte sentir todo eso sin hacer daño a nadie, que puedes imaginarte la ola de la angustia y sumergirte en ella. En recogimiento, en tu cuarto, en la intimidad. O en el monte, o en la playa. Donde te venga bien, revive algún momento de intensidad desagradable, imagínatelo como una ola de energía que viene a ti y sumérgete, siente cómo está el cuerpo cuando te sientes tan mal, DEJA DE PENSAR en cómo te sientes, OBSERVA cómo se siente el cuerpo cuando te sientes tan mal, y AYÚDALE a expresarlo: grita, patalea, tiembla o llora, haz lo que surja, sin censuras, solo por sentirlo, sin utilizar todo eso para conseguir nada, solo siéntelo…

No digo que sea fácil, pero sí te puedo de decir que solo es difícil la primera vez. Luego ya le pillas el punto… y el gusto!

Esquemáticamente, el ejercicio que te propongo es:

1  DEJA DE PENSAR en cómo te sientes,  

2  OBSERVA cómo se siente el cuerpo cuando te sientes tan mal,

3  y AYÚDALE a expresarlo: grita, patalea, tiembla o llora, haz lo que surja, sin censuras, solo por sentirlo, sin utilizar todo eso para conseguir nada, solo siéntelo…

Me estoy alargando mucho pero es que quiero explicar bien lo que pensaba hasta ahora… para decirte en qué ha cambiado mi visión de todo esto:

Hasta hace poco pensaba que si nos permitíamos sentirlo todo, que no lo somatizaríamos en el cuerpo. Que al cuerpo llegan, en forma de tensiones musculares o enfermedades, todas esas emociones reprimidas que sujetamos con las manos, que no queremos sentir, consciente o inconscientemente, como esa ola de la angustia que te contaba antes.

Pues humildemente te digo que yo, como tú, estoy en continuo aprendizaje. Y que últimamente estoy descubriendo una realidad que todavía no comprendo bien:

Me parece que una emoción permitida sí que puede dejar residuo en el cuerpo…

Así que me corrijo, me desdigo de las veces que he dicho que una emoción permitida no deja residuo. Me parece que, de hecho, las emociones solo se sienten en el cuerpo, por lo que inevitablemente, se van depositando en él.

Quizás sea cierto en un cuerpo joven, eso de que una emoción permitida no deja residuo, pero no en un cuerpo que va teniendo años de experiencia.  Porque hay una cosa que estoy aprendiendo en la medida que yo misma voy teniendo más años:

EL CUERPO TIENE MEMORIA

El cuerpo tiene su propia memoria, de las cosas que le gustan y las que le sientan mal, de las experiencias dolorosas o traumáticas que ha vivido y de las situaciones que le dan placer. El cuerpo lo sabe y lo expresa aunque tú no quieras. Como cuando ves ese pastel de nata que tanto te gusta pero el estómago se contrae para recordarte que la última vez te sentó mal.

Y no solo pasa en la comida.

Pongamos por caso que tienes un familiar que te hace sentir mal cada vez que estás con él o ella. Pongamos que es un señor que siempre te desprecia o se mofa o se burla de ti, pequeños desprecios que te dejan aturullada, como en indefensión. Sabes que si te enfadas se reirá de ti y eso te desarmará más, así que tu única opción es disimular, aguantar, fingir, a costa de sentirte fatal en ese momento, y mañana, y pasado mañana, hasta que te olvides de él… hasta el próximo encuentro. En fin, seguro que has tenido alguna situación similar. Si te fijas en cómo se está expresando ese “sentirse mal“, quizás te des cuenta de que se trata de un malestar en la boca del estómago, o un chirriar de dientes, o un dolor de cabeza, o un nerviosismo generalizado. Sea lo que sea que estés sintiendo, date cuenta que lo estás sintiendo en el cuerpo, verdad?

Lo que te propongo, porque a mí me funciona, es recibir ese malestar corporal/emocional como un aviso, como un mensaje de mi cuerpo de que no debo asistir a ese encuentro. Trato a mi cuerpo como si fuera de mi equipo, dando por hecho de que me está protegiendo, de que me está previniendo de hacer o decir algo que no me sentará bien.

La magia sucede cuando se despierta el mismo malestar con otra persona que no conoces. Cuando te das cuenta de que te estás poniendo igual de mal con esta persona que acabas de conocer que con aquel señor de la familia. La magia está en aceptar que tu cuerpo te está avisando: no vayas por ahí, no te relaciones con esta persona.

Y llegados a este punto, querida alma lectora, podemos declarar que hemos llegado a la maestría: cuando prestas atención a tu cuerpo y le haces caso, comienza una nueva forma de vivir, más libre y más amable.

Puedo ayudarte a ver todo esto en ti, podemos investigar cómo se expresa todo esto en ti y cómo solventar esas situaciones angustiantes que soportas con pesar y, muchas veces, inconscientemente.

 ¡Estoy al servicio!

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Si crees que te puedo ayudar, pide cita por WhatsApp (haciendo clic en el botón verde) o llámame al número de teléfono que figura en el pie de la página. Estoy en Vitoria-Gasteiz, Euskadi, y también atiendo online, será un placer atenderte, también en euskera.

Gracias por estar ahí, bella alma lectora 💛

Libera el inconsciente, ese espacio profundo, lleno de luces y sombras.

Da luz a las sombras, para que se disuelvan en el Amor y el Perdón.

Si quieres sanar heridas o desbloquear obstáculos, contacta comigo, ¡libérate! 🌻

 

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